jueves, 27 de marzo de 2014

Manifiesto para el día mundial del teatro



Donde quiera que haya sociedad humana, el irreprimible Espíritu de la Representación se manifiesta. 

Bret Bailey es un dramaturgo Sudafricano, diseñador, director, realizador de instalaciones y director artístico del THIRD WORLD BUNFIGHT.  En 2014 aporta el Mensaje del Día Mundial del Teatro


Bajo los árboles de pequeñas aldeas y sobre sofisticados escenarios en grandes metrópolis; en salones de actos de colegios y en campos y en templos; en suburbios, en plazas públicas, en centros cívicos y en los subsuelos de las ciudades, la gente se reúne en comunión en torno a los efímeros mundos teatrales que creamos para expresar nuestra complejidad humana, nuestra diversidad, nuestra vulnerabilidad, en carne y hueso, aliento y voz.

Nos reunimos para llorar y para recordar; para reír y contemplar; para aprender, afirmar e imaginar. Para maravillarnos ante la destreza técnica, y para encarnar dioses. Para dejarnos sin respiración ante nuestra capacidad de belleza, compasión y monstruosidad. Vamos para llenarnos de energía y poder. Para celebrar la riqueza de nuestras diferentes culturas, y para hacer desaparecer las barreras que nos dividen.

Donde quiera que haya sociedad humana, el irreprimible Espíritu de la Representación se manifiesta. Nacido de la comunidad, lleva puestas las máscaras y vestimentas de nuestras distintas tradiciones. Utiliza nuestras lenguas, ritmos y gestos, y abre un espacio entre nosotros.

Y nosotros, los artistas que trabajamos con este antiguo espíritu, nos sentimos impulsados a canalizarlo a través de nuestros corazones, nuestras ideas y nuestros cuerpos para revelar nuestras realidades en toda su cotidianidad y su rutilante misterio.

Pero en esta época en la que tantos millones de personas luchan por sobrevivir, sufren bajo regímenes opresivos y el capitalismo depredador, huyen del conflicto y la escasez; en la que nuestra privacidad es invadida por servicios secretos y nuestras palabras censuradas por gobiernos intrusivos; en la que se aniquilan los bosques, se exterminan especies y se envenenan los océanos: ¿Qué nos sentimos impulsados a revelar?

En este mundo de poder desigual, en el que distintos órdenes hegemónicos intentan convencernos de que una nación, una raza, un género, una preferencia sexual, una religión, una ideología, un marco cultural es superior al resto, ¿se puede realmente defender la idea de que las artes deberían apartarse de las agendas sociales?

Nosotros, los artistas de escenarios y ágoras, ¿nos conformamos con las demandas asépticas del mercado, o utilizamos el poder que tenemos: para abrir un espacio en los corazones y las mentes de la sociedad, para reunir gente a nuestro alrededor, para inspirar, maravillar e informar, y para crear un mundo de esperanza y colaboración sincera?

Traducción:  Fernando Bercebal ·

lunes, 17 de marzo de 2014

"Ese otro teatro" por Borja Ruiz

Utilizamos kleenex en lugar de pañuelos de tela. Es más costoso reparar unos buenos zapatos usados que comprar unos nuevos. Las compañías telefónicas se afanan en conseguir nuevos usuarios, despreciando a sus clientes más fieles. Cada vez compramos menos en las pequeñas tiendas familiares regentadas por tenderos añejos y más en los grandes supermercados, donde el puesto del cajero caduca a la misma velocidad que los yogures y difícilmente nos atiende la misma persona el mismo mes. Los partidillos de fútbol con la cuadrilla ahora se juegan en la videoconsola, donde cada envite dura menos de cinco minutos. Los televidentes pican entre los múltiples canales con la misma voracidad con la que se acaba un buffet gratuito, no llegando casi nunca a ver un programa completo. En mi ciudad una compañía de teatro difícilmente está más de tres días en cartel. Una película que permanece tres semanas en los cines puede considerarse un éxito. "Estable" es un adjetivo que ya no casa con "trabajo". Esta radiografía efímera nos lleva a un diagnóstico: vivimos en una época donde usar y tirar es un estándar de vida, lo cual, pensado a la inversa, significa que todo aquello que nace con vocación de permanencia y estabilidad está en peligro de extinción.

 

En este contexto, ahora que avanzamos por un embudo económico que se estrecha más y más, sin saber muy bien quién logrará salir indemne de él, las opciones para quienes se dedican al arte se reducen a una dicotomía. Por un lado, continuar en la rueda descarrilada del mercantilismo, etiquetando cada pieza de arte como un producto, y asumir que la competencia entre la oferta y la demanda del negocio es feroz. Hay que tener para ello los codos más afilados que los colmillos, los colmillos más que los cuchillos, y entender que se lucha por las migajas de un pastel devorado por otros. Al otro lado de este planteamiento, se mantiene abierta la posibilidad de un arte que es un valor en sí mismo, cultura sin precio, un medio de comunicación humana especial, que inquieta, emociona, que invita a reflexionar desde una perspectiva distinta a la cotidiana. Un arte que no sólo mide su potencial con el número de funciones, sino en su capacidad de transmitir a su entorno el aprendizaje acumulado durante años de trabajo permanente y de servir de plataforma para el intercambio cultural en sus múltiples frentes.

Esta disyuntiva nos la cuenta a su manera la historia de la palabra "entretener". A día de hoy, en su peor versión, "entretener" es sinónimo de distracción, de desconexión, algo que cumple la función de una mísera bocanada de aire cuando estamos sumergidos en un modo de vida asfixiante, carente de sentido. La más alta cota de miseria de este tipo de entretenimiento nos la da la ínfima calidad de la televisión, el mayor divertimento de masas de la actualidad, cuya chabacanería parece no tener límites. En su acepción antigua, sin embargo, se dice que "entretener" (del latín inter "entre" y tenire "tener") significaba "mantener juntos". Y aquí la imaginación alza el vuelo. Entretener puede entonces ser aquello que mantiene juntas a las personas frente a un acto concreto, que no sirve como mera vía de escape, sino como un punto de unión permanente, de comunión no religiosa, como un espacio de reflexión y de debate compartido.

Esta disquisición que apunta una manera particular de entender el arte y el entretenimiento parece una entelequia hecha con la misma materia de los sueños, sin embargo, en teatro hay ejemplos palpables de ella. Pienso a bote pronto en compañías polacas como Gardzienice o Teatr Piesnz Kozla, en el Odin Teatret de Dinamarca, en la SITI company (Estados Unidos), en muchas compañías de América Latina como La Candelaria o Cuatrotablas, y en España me vienen (sabiendo que me dejo nombres en la yema de los dedos) compañías como La Zaranda, Atalaya, La Cuadra, Matarile o el Teatro de la Abadía. Todas ellas y otras muchas, tal vez de forma más modesta pero con igual ahínco, buscan desde hace años un teatro que trasciende la sola realización de espectáculos, donde la pedagogía del arte, el diálogo con los espectadores fuera del marco de la actuación y la realización de proyectos que posibilitan el encuentro con otras sensibilidades culturales y sociales, son también sus señas de identidad.

Los proyectos mencionados y otros similares definen un camino alternativo a seguir en medio de este estado de aniquilación cultural que nos asedia. A mí se me asemejan a especies en extinción que necesitan un hábitat particular para subsistir. Un hábitat que entienda que la cultura no es algo que se vende y se compra, sino un bien que se intercambia y se transmite, y que en muchas circunstancias adquiere valores intangibles que superan su peso en euros. Esperemos pues que entre las personas que orbitan alrededor de los artistas y los espectadores aún queden algunas capaces de fomentar y salvaguardar un hábitat que haga posible ese otro teatro que hoy parece más necesario que nunca.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Tras la representación...

Ayer la representación de "Hermanas" fue muy especial. Nos encantó poder colaborar con la sección de Actividades culturales y de Igualdad de la Upna en los actos relacionados con el día internacional de la mujer. La propuesta incluía nuestra representación y un posterior encuentro con el público para entablar un diálogo sobre esa serie de abusos tan integrados en nuestro día a día que dificilmente son cuestionados: los micromachismos.

Para la representación, Jose Mari Ballesta consiguió que nuestro apeadero de estación se tiñiera de hermosa futilidad estando como estábamos en una espacio nada adecuado para las representaciones teatrales que al final quedó vestido con esa elegancia decadente de las viejas estaciones. Y, viajantes de lo escénico, el resto del grupo, nos adaptamos de maravilla a lo que teníamos.

Disfrutamos mucho de toda la velada. Agradecimos mucho la cercanía del público y la buena entrada a pesar de la lluviosa tarde de ventisca y aguacero que les esperaba a la salida de la representación.

Y gracias a quienes tomaron la palabra para dejar su voz, su mirada y su punto de vista en un tema en el que todxs deberíamos implicarnos para hacer de esta sociedad un lugar más justo para todxs.